Dólar e Inflación: diferencias y semejanzas

Entendiendo cómo funcionan ambas variables en conjunto y cómo aplicar la inversión para solucionar el problema.

En Argentina convivimos con dos grandes preocupaciones desde la salida de la convertibilidad: el dólar y la inflación. Desde el 2002, es decir durante los últimos 20 años, los argentinos hemos tenido que aprender a adaptarnos a las fluctuaciones cambiarias y a un alza de precios sostenida que en los últimos 4 años se ha acelerado considerablemente. Siempre nos preguntamos, ¿cómo hacemos para bajar la inflación al mismo tiempo en que queremos huir del peso y refugiarnos en el dólar como reserva de valor? Este es un fenómeno cultural de todos los argentinos, donde ahorramos en dólares para cubrirnos de la inflación y siempre vamos a tener expectativas al alza infinita de los precios. Parece un círculo vicioso y siempre nos preguntamos ¿dónde está el problema mayor, en el dólar o en la inflación? Aquí vamos a razonar ambos conceptos y llegaremos a interesantes conclusiones.

El problema central

La mayoría de los argentinos cree que la culpa de la inflación es el aumento del dólar. Creemos que la enfermedad es el dólar y el acelerador de ésta, es la inflación. La devaluación no debería ser un problema, sino la consecuencia de la inflación. La suba del tipo de cambio debería seguir a la suba de la inflación en cualquier país del mundo. La pérdida del poder adquisitivo del salario y esa imposibilidad de comprar la misma cantidad de bienes y servicios que necesitamos es la inflación, no el dólar.

Conceptos generales sobre la inflación

Vamos a empezar por definir que es la inflación, la cual es ni más ni menos que el aumento sostenido y generalizado del nivel de precios de una economía. Este aumento genera inevitablemente distorsiones en los precios relativos, es decir para determinado nivel de pesos disponibles cuantas cantidades de un determinado producto puedo comprar hoy y la misma comparación dentro de un tiempo determinado. Siempre que hay movimientos abruptos lo que generan es más incertidumbre en la economía y terminan castigando a la inversión, la cual debería ser la solución pensando en el largo plazo y no un paliativo de corto plazo.

La inflación es un fenómeno monetario, es decir que para que haya inflación tiene que haber dinero a la vista, acá es donde entra a jugar la famosa frase “oferta y demanda”. Si tengo más pesos disponibles de lo que valen los bienes y servicios que produce una economía, entonces hay exceso de dinero y eso se traslada a los precios por empuje de la demanda. Por el contrario, si hay un exceso de bienes y servicios (aumentamos la producción a nivel nacional) comparado contra los pesos líquidos para comprarlos, la inflación va a bajar. La conclusión es que la cantidad de dinero existente debe alcanzar perfectamente para comprar la totalidad de bienes y servicios que se producen, si crece una la otra debe hacerlo en la misma proporción.

Por otro lado, nos enfrentamos al mito de que la emisión monetaria genera inflación por si sola y la respuesta es no, porque depende de las necesidades de la economía en determinado contexto. Por ejemplo, el PBI argentino crece a un ritmo del 2% anual, entonces la cantidad de dinero debería crecer el 2% anual también para financiar esas nuevas transacciones de bienes y servicios. Esto no generaría inflación, sino que solo cubriría la oferta y demanda. Ahora bien, lo que vemos últimamente es que hay una “emisión monetaria sin respaldo”, esto es emitir billetes por encima de lo que demanda la economía y destinar ese excedente de pesos a una cantidad enorme de planes sociales y subsidios a tarifas tanto de servicios públicos como de combustibles. Más pesos en la calle sin fines productivos termina acelerando la inflación. Y para un país, esto conlleva inevitablemente a aumentar el déficit fiscal.

Estrategias para bajar expectativas inflacionarias

Está comprobado que la inflación es un juego de expectativas,es decir que si la gente cree que la inflación va a seguir subiendo porque lo incorporó en su razonamiento, entonces va a ser así. Pero si el gobierno toma determinadas decisiones para generar expectativas futuras de que la inflación va a ceder, entonces bajará. Definido este concepto, ahora entramos a discutir si usamos paliativos para el dolor (a corto plazo) o remedios a la enfermedad (a largo plazo).

Uno de los paliativos para el dolor muy común en materia de política-económica es anclar expectativas de inflación controlando el tipo de cambio. Creemos que es la solución, pero no es tan así porque en el mediano y largo plazo generas consecuencias muy negativas para la economía. El otro es congelar precios por un período determinado para frenar la inflación, pero no para solucionarla. Atrasar algo es frenar, pero cuando soltás el freno, acelerás de nuevo para recuperar ese período de congelamiento. Expresado en otras palabras, cuanto más se atrasan los precios y cuando llegue el momento de recuperarlos, van a terminar empujando al resto de los precios de la economía al alza y volvemos a generar inflación. Va a llegar un momento donde el freno ya no va a dar más y no hay ancla capaz de sostener esos precios. Entonces, terminamos dándonos cuenta que el problema no es la devaluación sino la inflación.

La solución debería ir más con políticas de mediano y largo plazo destinadas a cambiar la cultura de los argentinos, es decir “no gastar más dinero del que recibimos” porque eso genera endeudamiento para una persona (para lo cual tiene que pagar el costo financiero,) y déficit fiscal para un gobierno (el costo es la emisión monetaria). El dinero disponible en una economía tiene que aplicarse a actividades productivas, no financieras que lo único que hacen es generar especulación. Hoy nos enfrentamos a la situación de tener que cumplir un acuerdo firmado con el FMI para seguir recibiendo dólares, con el condicionante de bajar el déficit fiscal, cortar la emisión monetaria y reducir subsidios y planes sociales. Claramente hay que hacerlo, no solamente para cumplir con ese acuerdo, sino para empezar a concientizar a los argentinos de que no podemos seguir gastando más dinero del que nos ingresa, tanto a nivel de la microeconomía como de la macroeconomía.

El dólar como reserva de valor

El dólar sirve como reserva de valor dado que por ejemplo si guardo 100 dólares e intento comprar la misma cantidad de productos dentro de 3 meses, voy a poder hacerlo.

¿Cuál es la ventaja del dólar frente a la inflación? Que va más relacionado con oferta y demanda, no tiene que ver con el juego de expectativas futuras. Está más relacionado con el presente. Un banco central de cualquier país, con reservas sólidas, tiene el poder de fuego para intervenir en cualquier momento el mercado cambiario y regular oferta y demanda para que el precio no se dispare o al menos que siga el ritmo de la inflación para poder así contar con un dólar competitivo que vaya en línea con la evolución del precio internacional de los commodities.

Las devaluaciones bruscas generan es especulación financiera y una vez que el dólar pega un salto abrupto, eso se termina trasladándose a los precios y ya después por más que baje un poco el dólar, los precios no vuelven a bajar. La devaluación debería seguir una lógica determinada de acompañar a la inflación a la misma velocidad que suben los precios mensualmente, pero no superar esa velocidad sino terminás acelerando la inflación.

Conclusiones

En el corto plazo es realmente difícil que los argentinos volvamos a confiar en el peso y dejemos de elegir al dólar como reserva de valor. Por otro lado, tenemos una inflación sin freno y más allá de las medidas que pueda tomar el gobierno, los argentinos tenemos que tomar nuestras propias decisiones para compensar la pérdida adquisitiva del salario el cual siempre corre por detrás de la inflación. Dicho esto, lo primero que tenemos que hacer es “invertir” para poder darle batalla a la inflación y lo segundo es “no perder poder de compra”.

Cuando tomamos la decisión de invertir, lo hacemos no solamente para no tener el dinero parado sino para cubrir lo que aumentan los bienes y servicios que consumimos. La primera recomendación que puedo darles, tal como lo hago educando financieramente a todos y todas en mis redes sociales (IG: @omar_de_lucca), es que diversifiquen su cartera teniendo al menos un 70% de la misma en dólares, apostando a inversiones en economía real en sectores que produzcan riqueza y empujen al PBI argentino. Los 3 ejemplos más claros son: el campo argentino (generador de riqueza, empleo y divisas genuinas para el país), la tecnología y los hidrocarburos (el más claro ejemplo es vaca muerta). Manteniendo un 30% de la cartera en pesos a una tasa alta que intente empatar a la inflación, además de aprovechar ese “carry trade” me permite disponer de ciertos pesos excedentes que genero con la inversión para poder pagar las cuentas de fin de mes.

Lo que buscamos con el mix de monedas es no alterar la capacidad de pago de mis gastos fijos mensuales y resguardar el capital posicionándome en dólares. De esta manera logramos cubrir los gastos con inversiones en pesos y construir un capital futuro en dólares. Construimos capital con el ahorro y acumulamos ese capital construido con la inversión.

Accede a la nota completa en el siguiente link: https://www.ambito.com/opiniones/dolar/e-inflacion-diferencias-y-semejanzas-n5538401

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